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Cuando mis amigos de la Ligue Francophone de Light Painting (LFLP) me ofrecieron visitar las catacumbas, al hablarles de mi inminente viaje laboral a París, acepté sin dudarlo, y Children of Darklight (Frodo DKL y Patry Diez en este caso) planificamos el viaje con un par de días más para no perdernos semejante aventura. Lo que allí vivimos no lo olvidaremos nunca. Sin exagerar, lo guardamos como una de las mejores experiencias de nuestra vida… casi nada.
Pero comencemos por el principio. Llegamos Patry y Frodo a París directamente desde el RGB Light Experience de Roma, una noche de domingo. Allí nos esperaba Cédric de CREARTYS, y al día siguiente nos juntaríamos con Will Light y Cisco de Studio-Lightpainting, estando así ya todo nuestro equipo al completo.
El jueves teníamos dos actuaciones durante la gala de entrega de los premios de videojuegos PING AWARDS en la Cité des sciences et de l’industrie. Se trataba de dos shows de Live Light Art, nuestra nueva apuesta a nivel de eventos, una actuación que mezcla light painting, expresión corporal y proyección del light painting a tiempo real, una nueva manera de contar historias con luz….
Tras dos días de ensayos, el momento de la gala llegó y casi todo salió a pedir de boca. Y digo casi todo porque como artista siempre te das cuenta de cuánto hay que mejorar o cuántas cosas podrían salir mejor, pero todo muy positivamente, forma parte del proceso de aprendizaje en el camino de ser cada vez más perfeccionista, más aún teniendo en cuenta lo novedoso de este espectáculo. Aprovechamos para agradecer a Alexis Pichot por su ayuda cuando la necesitamos.
De hecho recibimos muchas enhorabuenas tras acabar la gala, tanto en el cocktail, como después tomando algo. Habíamos conseguido sorprender, y habíamos ilusionado a muchos creadores de videojuegos por incluir guiños a sus trabajos y así nos lo trasmitían al acercársenos. No hay nada mejor que la satisfacción y buen sabor de boca de un trabajo bien hecho y reconocido. Sin más os pongo los vídeos:
Visita clandestina a las catacumbas
Finalizado el trabajo en París, comenzaba el tiempo de ocio. El viernes de tarde habíamos quedado en la city con miembros de la Ligue Francophone de Light Painting (LFLP) para realizar una visita clandestina a las catacumbas, y así poder conocerlas y recorrerlas un poco, hacer fotos y pasar un poco el rato todos juntos. Para seros sinceros, conocía la existencia de las catacumbas de París, pero para nada era consciente de lo que allí nos íbamos a encontrar…
Los primeros túneles de las catacumbas de París fueron originariamente iniciados por los romanos, y fue en el s.XIII cuando se comenzaron a explotar como minas para sacar minerales. Era la cantera de París, de ahí se extrajeron los minerales para todos los grandes monumentos de la ciudad. A finales del s.XVIII los saturados cementerios de París comenzaron a ser liberados y los huesos fueron trasladados a diferentes osarios en los pasillos de las catacumbas, con diferentes figuras, decoraciones o inscripciones.
«Actualmente la zona visitable de las catacumbas son apenas 800 metros de túneles, y están selladas con verjas para evitar el acceso al resto de las galerías, con un total de 321km. Este es un oscuro sub-mundo, propio de una película de terror, quizás peligroso pero a la vez muy atractivo para mucha gente, que puede acceder por otros puntos más o menos conocidos.» Este era el nuevo mundo que íbamos a descubrir…. Sin luz, sin electricidad, sin cobertura… laberíntico… aventura…!!!
El equipo lo formábamos Los franceses Stéphane Baba, Mass, Stabeau Light, Cédric Mérand, Nadia, Patry Diez, y Frodo DKL. Llévabamos ropa que sabíamos que podíamos estropear, calzado que íbamos a mojar, ropa de repuesto, algunas latas de cerveza, y unos cuantos trastos para el light painting, además del trípode y cámara.
Entramos a eso de las 20h pero ahí abajo perdimos la noción del tiempo y no se calculaban bien las horas que iban pasando. El primer tramo de galerías no era complicado, se podía avanzar bien, y ya en ese momento el lugar me sorprendía.


Estaba lleno de pintadas y tackeos, y a la vez estaba muy limpio. Nuestro primer objetivo era la sala del Castillo, y hasta allí llegamos después de atravesar alguna galería inundada, sobretodo una que tenía agua hasta las rodillas. Entonces realizamos la primera parada para descansar y reponer fuerzas. Se llamaba la Sala del Castillo, supongo que porque tenía un castillo, tallado en la piedra por algún artista underground, así como alguna que otra gárgola de yeso. De nuevo para nuestra sorpresa, había allí 4 personas haciendo lo mismo que íbamos a hacer nosotros, descansar, y nos dieron el relevo. A continuación otras dos personas se nos unieron, y con ellos compartimos unos momentos. Antes de irnos, a la media hora o así, otro grupo de personas llegaba… Entre ellos había algún catáfilo, y algún turista, como nosotros, que son aquellos que van por vez primera o casi por vez primera a las catacumbas… Por allí había mucho más movimiento del que nos imaginábamos.
Volvimos a caminar por las galerías un buen trecho, sin saber estimar el tiempo. Curiosamente muchos de los cruces de galerías tienen placas con los nombres de las calles. Esto es una forma de orientarse, porque por lo general, las galerías subterráneas siguen el mismo trazado urbano que las calles que se encuentran por encima, en la superficie.
En nuestro avance seguíamos encontrándonos con grupos de personas. Como nosotros, cada grupo llevaba su música, que no sólo es una forma de animar nuestra aventura sino que también es una medida preventiva para no perderse. Era maravilloso el buen rollo existente con cada grupo que nos encontrábamos.
Nos dirigíamos entonces a un lugar llamado La Cervecería, pero en el camino paramos en un lugar llamado La Playa. Me cuesta recordarlo bien, pero me suena como una plaza, con mucho graffiti, algún rincón guapo como si fuera una habitación, gente… Quizás este espacio fue eclipsado por el siguiente: La Cervecería. Este sí que era un espacio mucho más amplio, con muchas habitaciones, y galerías anchas y sin pérdida. El antiguo sótano donde antiguamente se almacenaban bidones y bidones de cerveza, se había transformado en un auténtico museo clandestino de streetart, con piezas chulas, esculturas, graffitis, stencils, una «sala de los espejos»… la energía que se percibía allí era muy fuerte, inspiradora y positiva…
Allí hicimos una buena parada, para poder descansar, ir a nuestro aire y hacer algo de light painting por los alrededores. Comenzamos Patry y yo con la Sala de los Espejos, donde se nos unió Stabeau Light a trabajar, y seguimos por la zona, donde por momentos también se nos juntó Mass.
Aquí unos lightpaintings más de nuestros compañeros que nos cedieron para mostrároslas en este artículo. Algún trabajo de Cédric:
Y algún otro trabajo de Mass:

Tras nuestro momento creativo, nos juntamos en el punto de encuentro de nuevo para prepararnos para el siguiente tramo. Nos esperaba una nueva caminata, quizás otra hora, hasta otro rincón que se nos anunciaba muy especial, y entonces nos pusimos en ruta. Las fuerzas comenzaban a menguar, y la espalda se resentía por las largas caminatas agachado, con techo bajo, y con una mochila a la espalda. Otros tramos había que quitarla para arrastrarse por el suelo hacia otra galería.
Y finalmente alcanzamos nuestro destino. Sin lugar a dudas el sitio era muy especial. No recuerdo su nombre. Se trataba de una sala rectangular, no muy grande, y muy acogedora, con una mesa también rectangular esculpida en el centro y bancos esculpidos en la pared a su alrededor. Tenía una puerta metálica que podíamos cerrar, creando así un mejor ambiente con nuestra música, y las paredes estaban llenas de cucharas dobladas. No tardamos en cambiar la fría luz de nuestros frontales, por la cálida luz de las velas que colocamos en ellas, y la sala entonces pasó a ser acogedoramente mágica.
Pero lo mejor estaba por venir, nuestros anfitriones se habían ausentado por unos momentos y nos dieron una nueva sorpresa al aparecer otra vez por la galería. Traían otra mochila, que habían escondido la noche anterior, y de ella sacaron un mantel, platos, cubiertos, pan, un camping gas y unas latas grandes de ravioli. No dábamos crédito. Eran alrededor de las 4 de la mañana, llevábamos 8 emocionantes horas en el subsuelo parisino, y estábamos a punto de cenar unos raviolis calentitos en un comedor de las propias catacumbas.
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La cena no nos pudo sentar mejor, los raviolis estaban realmente deliciosos, como salidos de la cocina del mejor chef de París, y estábamos muy emocionados con los acontecimientos que iban transcurriendo y la experiencia que estábamos viviendo.
Este era nuestro destino final, y de aquí ya cogeríamos el camino de regreso a la superficie. Así que tras la cena, aprovechamos, y nos dispusimos a hacer algo más de light painting en las galerías contiguas a la sala.
Nuestros compañeros tampoco desaprovecharon su tiempo, aquí algunos trabajos de Stéphane Baba, Cédric Mérand y Mass:

Y con esto nuestra aventura llegaba a su fin… o eso pensábamos… A eso de las 6 de la mañana nos disponíamos ya a irnos. Pudimos elegir entre el camino normal o el atajo… y decidimos el atajo, sin casi nadie saber lo que nos esperaba. Estábamos muy cansados ya y comenzamos nuestra marcha tras recoger todo el campamento. Al principio las galerías eran de techo bajo, muy cansadas para la espalda, e ingénuamente me consolaba que esa sería la parte más complicada del camino restante. Nada más lejos de la realidad, nos esperaba un paso de lo más complejo. Nos tocaba quitarnos las mochilas, y uno a uno empujarlas por un agujero de la pared, por el que después nos teníamos que meter nosotros, y nuestra única posibilidad para movernos era arrastrarnos cabeza alante. Al meterte en el agujero había una cuesta abajo. Había que empujar la mochila y dejarla rodar, y luego nosotros, unos dos metros, como si de un tobogán se tratara. La sensación era de lo más extraña e inédita.
No sólo descendíamos arrastrados por inercia con las manos por delante, sino que, por si fuera poco, al llegar abajo, la estrecha galería giraba 90º hacia la derecha, y al tocar el suelo con las manos había que girar el cuerpo lateralmente, para poder encarrilar a la derecha en la dirección del túnel de salida. Ah, y en un espacio tan raquítico que apenas te puedes ni mover por no hablar de dar la vuelta, entonces había que retorcerse después para sacar el brazo hacia atrás, y ayudar a apartar la mochila del siguiente, para que no cayera encima de ella, por lo que pudiera pasar… casi nada. Si bien ese primer tramo del paso complicado se resolvió rápido, lo que venía ahora fue una pequeña agonía. Quizás no fueran ni 20 metros, pero arrastrándote por una galería en la que ni siquiera podías abrir los brazos sin tocar las paredes con los codos, ni levantar la cabeza para mirar atrás, y a cada paso que dabas tenías que empujar otro paso la pesada mochila con las manos, os aseguro que parecían 100 metros y aquello se hacía eterno.
Mi pensamiento estaba abstraído concentrado únicamente en el brazo con que me tocaba hacer el esfuerzo para empujar la mochila en ese paso, estaba realmente agotado, brazo izquierdo, me arrastro, brazo derecho, me arrastro, ¿cuánto faltará?, brazo izquierdo, me arrastro, brazo derecho, me arrastro… tal vez eso hizo que no me asaltara ningún momento de angustia, más allá de caer rendido por mi propia fatiga. Patry la pobre temía incluso que yo me quedara atascado. Salir de allí uno a uno, a una galería que con tan sólo 1 metro de altura parecía el mejor lugar del mundo para sentarse a recuperar el aliento, era maravilloso y agotador. Había sido un paso duro pero todos lo superamos sin problemas. Tras unos minutos más para recuperarnos, continuamos nuestro trayecto. No quedaba mucho y no era el mejor de los tramos, pero después de lo que habíamos pasado y lo cercano de la salida, no nos costó mucho más llegar al final de nuestro trayecto. Por un agujero salimos a la superficie.
Eran las 8 de la mañana. Estábamos llenos de barro y muy cansados, habíamos estado 12 horas dentro de las catacumbas, bajo el suelo de París. Iniciamos el camino de regreso por la superficie. En nuestra memoria sumábamos los recuerdos que acabábamos de vivir, una aventura más, una de las mejores y más inolvidables de nuestra vida. Gracias LFLP
Children of Darklight · Studio Lightpainting · Patry Diez · Creartys · Stéphane Baba (fb, flickr) · Mass · Stabeau Light · Ligue Francophone de Light Painting
Fotos making of Patry Diez, Cédric Mérand, Mass, Frodo DKL y Stéphane Baba
Frodo DKL
Children of Darklight
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Un artículo apasionante!